Aprender inglés mientras lo enseñas

Noa, Marta y Alejandra

Hoy nuestra guest blogger es Tania Pleitez Vela (Bio al final).

En la tierra de la no vergüenza

 Durante ocho años fui profesora de literatura latinoamericana en el University of California/University of Illinois Education Abroad Program, con sede en la Universidad de Barcelona (EAP-UB).  Mis alumnos eran norteamericanos, la mayoría de Chicago y de ciudades californianas.  Hace dos años, con la llegada de la crisis, mi vida, como la de muchos, dio un giro impredecible.  De un día para otro me encontré sin trabajo.  Mis skills no eran precisamente buscados en el mercado laboral.  Sin embargo, lo que me salvó fue el inglés; más aún, me salvó el haber construido mi identidad desde una perspectiva bilingüe.

La familia de mi madre emigró de El Salvador a los Estados Unidos en los años cincuenta ya que mi abuelo fue contratado por una compañía naviera californiana.  Acompañado de su esposa y sus cinco hijos, la familia se instaló en San Francisco, en la ciudad de la niebla y el film noir.   Vivían en una casa de estilo victoriano cerca del Mission District, el barrio latino.

Mi abuela, a pesar de que vivió allí más de treinta años, no se familiarizó con el inglés y siempre habló solo en español.  Todos sus nietos, en cambio, crecimos hablando los dos idiomas.  Aún recuerdo aquellas mañanas de otoño cuando vivíamos en San Anselmo, un pequeño pueblo situado en Marin County, al norte de San Francisco; mientras mi hermana y yo desayunábamos antes de ir a la escuela, la abuela y Candy hablaban en español sobre las últimas noticias de la guerra que se luchaba en El Salvador.

Eran los primeros años de la década de los ochenta.  Al salir de esa casa, tomaba lugar el code switch gracias al cual mi hermana y yo nos comunicábamos con el mundo de afuera.  En toda la escuela, solo habíamos cinco niños de padres latinoamericanos y bajo ninguna circunstancia se escuchaba el español –eran otros tiempos.

 Ser bilingüe

Soñar en inglés y español.  Reír en inglés y español.  Sufrir en inglés y español. Enojarme en inglés y español.  Ambas lenguas han sido parte de mis señas de identidad.  Pero, ¿cómo hace una profesora de literatura latinoamericana para enseñar inglés, una lengua que tomaba por sentada (taken for granted) por haberla bebido desde pequeña, sin detenerse a pensar en la gramática?  Lo primero que hice fue atender los seminarios ofrecidos por Exams Catalunya (Cambridge English Exam Centre).  Uno de los datos más interesantes que nos brindó Rosie Burke (profesora de inglés con amplia experiencia) es que las personas nativas o bilingües que imparten clases de inglés por primera vez se enfrentan a la lengua desde una perspectiva técnica que antes no habían tomado en cuenta: «I bet you hadn’t stopped to think if that word was a possessive pronoun or a possessive adjective».

Este ha sido uno de los retos más grandes a los que me he enfrentado y en ese camino mis alumnas más pequeñas han sido mis maestras:  Anna, Alejandra, Marta y Noa, cuyas edades oscilan entre los siete y nueve años.

 Marta, Alejandra y NoaMis alumnas

Con ellas descubrí que el mejor modo de enseñar inglés es crear un clima de confianza para que los alumnos se aventuren a hablarlo, sin vergüenza, aunque se equivoquen.

  Eso lo hemos logrado no solo estudiando gramática, sino también leyendo cuentos y diálogos (a veces ellas mismas los han escrito) o –tal y como me lo enseñaron en la escuela británica a la que atendí– organizando juegos de teatro para utilizar el vocabulario aprendido.

  Lo más interesante es observar como, una vez adquirida la confianza, el idioma fluye con pocos tropiezos.  Tanto es así que cuando llega el momento de enfrentarse a una palabra que no conocen, ellas la “adaptan” al inglés: “I saw a cabrra”, “I love zanahores”, “I’m afraid of tiburons”.

Nos reímos siempre cuando eso sucede, pues me miran con ojos picarescos; es entonces que les explico que “cabrra” se dice goat, que zanahores se dice carrots y que tiburons se dice sharks.  Cuando vuelve a aparecer la necesidad de utilizar la palabra recién aprendida, casi siempre, ellas me la dicen en inglés, con una sonrisa de satisfacción.

AnnaPor medio de esos errores matizados por el ingenio, ellas han ido aprendiendo inglés, al mismo tiempo que refuerzan su autoestima, porque se sienten capaces de comunicar algo en otra lengua.

Eso es lo más valioso, tanto para ellas como para mí: adquirir la seguridad de ser por medio del aprendizaje.  En definitiva, mis pequeñas alumnas han enfrentado errores o desconocimientos sin vergüenza.  Lo perciben como algo casual, sin drama o tragedia, como algo que es natural en alguien que está aprendiendo.

 Esa misma táctica la he aplicado con mis alumnos adolescentes, aunque con variantes, obviamente.  Pero eso lo explicaré en otra ocasión.  Por ahora solo quiero enfatizar lo siguiente: Don’t be ashamed of speaking English, even native-speakers make mistakes.  

Tania Pleitez Vela: Doctora en Filología Hispánica por la Universidad de Barcelona, es autora de numerosos artículos y ensayos literarios así como de la biografía Alfonsina Storni. Mi casa es el mar (Madrid, Espasa-Calpe, 2003). Formó parte del equipo que editó los cuatro volúmenes de la antología La vida escrita por las mujeres (Barcelona, Lumen, 2004). 

Recientemente se publicó su estudio Literatura: Análisis de situación de la expresión artística en El Salvador (San Salvador, AccesArte, 2012). Entre 2002 y 2010, fue profesora de literatura hispanoamericana en el University of California/ University of Illinois Education Abroad Program, Universidad de Barcelona (EAP-UB). 

Conócela en el Blog de Tania Pleitez.

Fotos proporcionadas por Tania Pleitez
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